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Doctrina de fe detallada

Creemos en Dios Creador de los cielos y la tierra, manifestado al profeta Moisés en el antiguo Testamento como "YO SOY EL QUE SOY" YHWH. El Ser que Es y del cual proceden todas las cosas que existen, sin principio ni fin, Eterno, Omnisciente, Omnipotente, Santo, Perfecto, Unico, que es amoroso, bueno, misericordioso, paciente, pero que también juzgará a los vivos y a los muertos en el día final con justicia perfecta.

Creemos que Dios es Uno manifestado en tres personas distintas, Padre, Hijo y Espíritu Santo; el Padre es la cabeza de autoridad y el origen de todo, el Hijo es la imagen misma de la substancia de su Padre y el resplandor de su Gloria, quien sustenta todas las cosas con la Palabra de su poder. Por el Hijo, en él y para él, el Padre planeó desde la eternidad todo lo que hay y lo creó en el principio conforme a su plan. El Espíritu Santo es la tercera Persona, quien ejecuta todos los planes y designios del Padre y hace posible su omnipresencia y manifestación de su revelación, poder y virtudes en todas las partes de la creación visible e invisible. 

Creemos que Dios creó a los ángeles como seres espirituales y los encargó del servicio del hombre y su creación. Los creó en diferentes jerarquías de autoridad y poder, les asignó diversidad de funciones en todo el universo y lo llamó el ejército de los cielos.

 

Creemos que el querubín mas grande creado por Dos, se rebeló en contra de su autoridad a causa de la contemplación de su propio esplendor, quitando los ojos del altísimo y centrándose en sí mismo, seduciendo en su maldad a una parte muy importante de las jerarquías y de los ejércitos de los cielos, razón por la cual hubo guerra en los cielos desde antes de la creación del hombre. Este querubín se convirtió en Satanás que significa opositor a Dios y personificó la maldad, las tinieblas, el pecado, la rebelión, la destrucción y el caos. (Ezequiel 28:13)  

Creemos que Dios creó al hombre, varón y hembra, a su imagen conforme a su semejanza, los puso en el huerto de Edén, un lugar perfecto a causa de la Presencia misma de Dios, los dotó de recursos y los bendijo para gobernar y administrar sobre todos los dominios de la tierra y los seres vivos.

 

Creemos que en el principio Dios creó al hombre para la vida y no para morir. Creemos que Dios creó dos árboles en el huerto, en árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. El hombre desobedeció a Dios comiendo del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, el cual había sido prohibido por Dios, razón por la cual la muerte entró al mundo. La paga del pecado es la muerte. 

Creemos que todos los descendientes de Adán y Eva heredaron la naturaleza pecaminosa y la esclavitud al pecado, la enfermedad y a Satanás, debido a la ley de reproducción generacional y la herencia.

 

La muerte rompió la comunión con Dios a nivel del Espíritu, de tal manera que el hombre perdió la conciencia y el contacto con la Presencia de Dios, quedando sujeto solo a sus sentidos físicos.

 

La muerte produjo una corrupción progresiva en el alma, permitiendo a Satanás poner una venda de engaño, haciendo que el hombre se sintiera atraído por todo lo pecaminoso y malicioso y a la vez sintiera repulsión, incredulidad y burla de lo santo de Dios y su palabra. 

Creemos que las consecuencias del pecado generacional y de la muerte produjeron en el cuerpo y en la humanidad a medida de su multiplicación, una corrupción progresiva de deterioro de la salud y aparición de enfermedades hasta el envejecimiento y la muerte física con un límite fijado por Dios en 120 años como máximo.     

Creemos que la muerte entró en el mundo y no solo trajo consecuencias al hombre sino el cierre del paraíso, el alejamiento de Dios y la corrupción de la creación y la vida en todas las especies animales y vegetales. 

Creemos que la rebelión de Satanás llegó al colmo cuando cierto tipo de ángeles encargados de servir directamente al hombre en la tierra abandonaron su propia dignidad de ángeles y se unieron sexualmente con las mujeres humanas engendrándoles hijos, pervirtiendo así la simiente y el desarrollo de la civilización creada por la Voluntad de Dios. (Génesis 6)   

Creemos que la maldad creció en extremo, entonces Dios envió el diluvio universal como la manifestación de su juicio para raer de la faz de la tierra a la humanidad, dejando vivos solo a Noé y su familia, con una pareja de todas las especies animales, dentro del arca, con la finalidad de efectuar un nuevo comienzo en la tierra. 

 

Creemos en el diluvio literal como una inundación de aguas que cubrió toda la tierra, hasta los montes mas altos, que duró cuarenta días y cuarenta noches, que el juicio fue en agua por cuanto el agua fue el medio a través del cual Dios creó la vida en el principio.

 

Creemos en los atributos perfectos de la omnisciencia, la presciencia y la predestinación de Dios así como en su paciencia, misericordia y amor. También creemos en su juicio justo y oportuno, habiendo dado al hombre el atributo del libre albedrío.  

Dios es omnisciente que todo lo puede saber y nada le es oculto ni en el tiempo, espacio o existencia. Dios sabe y no ignora nada de todo lo que ocurre y ocurrió en su creación. 

Dios es presciente, que todo lo puede conocer de antemano, antes de que ocurra sin importar el tiempo. 

Dios predestina, que conociéndolo todo de antemano, elabora un plan anticipado y sabio para que todo pueda cumplir su propósito eterno, sin detrimento del libre albedrío del hombre, es decir, sin esclavizar su voluntad ni forzar sus decisiones. 

Creemos en el libre albedrío dado al hombre, que es el atributo a semejanza divina de tomar decisiones con su propia voluntad, alterando su propio destino dentro de todas las posibilidades amorosas que la voluntad perfecta de Dios tejió para él, pues le conoció en todas sus decisiones y caminos de antemano.

Creemos que el diluvio universal no fue suficiente para purificar al mundo, pues los descendientes de Noé incurrieron nuevamente en la maldad. El diluvio no fracasó ni faltó previsión en Dios, sino que el juicio cumplió su propósito para esa generación, pero sentó la base para que los hombres entendieran que el pecado y la maldad residen en la naturaleza misma del hombre mucho mas que en sus obras y por tanto era necesario un redentor humano sin herencia de naturaleza pecaminosa que viniera al mundo a redimir al hombre y transformarlo desde su interior. 

Creemos que Dios preservó una simiente santa a lo largo de la historia con el fin de levantar de ella a patriarcas, profetas, reyes y sacerdotes, un remanente escogido para preservar su plan de salvación y manifestarlo en su debida generación mediante la encarnación de su propio Hijo. 

Creemos que escogió y llamó a Abraham para ser el padre del pueblo de Israel según la herencia de la carne y Padre del pueblo nacido de la fe en Jesucristo para los postreros tiempos. 

Creemos que Dios levantó a Moisés para fundar la nación de Israel, en la cual se glorificó mostrando su propósito de naciones, revelando su ley perfecta y la imposibilidad del hombre de sujetarse a ella debido a su naturaleza pecaminosa.  

Creemos que venido el tiempo, Dios envió a su Hijo, para salvar al hombre de la esclavitud del pecado, la muerte y la raíz de su naturaleza pecaminosa heredada, por medio de la redención a través de sí mismo hecho hombre.  

 

Creemos que Jesucristo es Dios encarnado, completamente Dios y completamente Hombre, que fue concebido y nacido de una virgen, vivió una vida sin pecado, y se ofreció a sí mismo como un sacrificio penal y sustituto por los pecadores. Por su sangre derramada en la Cruz, obtuvo para nosotros redención eterna, el perdón de pecados y vida eterna. Él fue levantado físicamente al tercer día y ascendió a la diestra del Padre para interceder por siempre por los santos (Mt. 1:18-25; Jn. 1:1-18; Ro. 8:34; 1 Co. 15:1-28; 2 Co. 5:21; Gá. 3:10-14; Ef. 1:7; Flp. 2:6-11; Col. 1:15-23; Heb. 7:25, 9:13-15, 10:19; 1 P. 2:21-25; 1 Jn. 2:1-2).

Creemos que la salvación es sólo por gracia, y sólo a través de la fe en Cristo. Ninguna ordenanza, ritual, obra u actividad es requerida o acepta para poder ser salvos. Esta gracia salvadora de Dios, también nos santifica al habilitarnos a través del Espíritu Santo para hacer aquello que es agradable a los ojos de Dios y así ser conformados progresivamente a la imagen de Cristo (Jn. 1:12-13, 6:37-44 y 10:25-30; Hch. 16:30-31; Ro. 3-4, 8:1-17, 31-39, 10:8-10; Ef. 2:8-10; Flp. 2:12-13; Tito 3:3-7; 1 Jn. 1:7, 9).

 

Creemos que el Señor Jesucristo bautiza a los creyentes en el Espíritu Santo, con quién somos sellados para el día de la redención. El Espíritu Santo regenera al cristiano y habita dentro de él para siempre, equipándole para vivir una vida de santidad y servicio. Posterior a la conversión, el Espíritu desea llenar a los creyentes y ungirlos con poder para ministrar y testificar. También creemos que las señales y los prodigios, así como todos los dones del Espíritu descritos en el Nuevo Testamento, operan actualmente y están diseñados para testificar de la presencia del Reino, y para edificar y llenar de poder a la iglesia con el fin de que cumpla su llamamiento y misión (Mt. 3:11; Jn. 1:12-13, 3:1-15; Hch. 4:29-30; Ro. 8:9, 12:3-8; 1 Co.12:12-13; 2 Co. 1:21-22; Gá. 3:1-5; Ef. 1:13-14, 5:18).

 

  

Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY.

Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.

(Exodo 3:14RV60)

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